sábado, 5 de julio de 2008

gnocchis

LA ÑOQUIMAQUIA

Canto las armas y a ese ñoqui que de las costas de Troya
llegó el primero a mi plato prófugo por el hado y a las playas
pomarolas, sacudido por agua y por platos por la violencia
de los tenedores a causa de la ira obstinada de la cruel Juno,
tras mucho sufrir también en el amasado, hasta que fundó la ciudad
y trajo sus dioses al Plato; de ahí el pueblo ñoquino
y los padres albahacos y de la alta olla las murallas.

Cuéntame, Muzza, las causas; ofendido qué estómago
o dolida por qué el rey de los intestinos a sufrir tantas penas
empujó a un ñoqui de insigne piedad, a hacer frente
a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del estómago de los dioses?
Pero había oído que venía una rama de la salsa pomarola
que un día habría de destruir las vajillas;
para ruina de la vajilla vendría un pueblo poderoso
y orgulloso en la guerra; así lo hilaban las Parcas.

Agotado el ñoquieida, llegó a la morada de unos productores agrarios
que, luego de haberlo reconocido inmediatamente como uno de sus dioses,
le ofrecieron morada en sus abundantes y cálidas ollas, junto a otros ñoquis
de menor prestigio: Ñoquioo, el ñoqui de la guerra; y Gnoquia, la diosa de la digestión.
Entonces la diosa Páncreas se sintió tentada por la abundancia de la olla
y decidió calmar sus apetitos invocando al rey del Ivess, temerario dios de la mesa,
y a su dentado compañero, el tremendo Taenedor, quienes acudieron prestos
a su llamado, en busca de saciar su sed de salsa.
¿Oh, Reggianito omnipotente, por qué traes a Pancho Ibáñez a comerme?
Cuando así se quejaba, un estridente golpe del Tucón
sacude de frente la vela y lanza las olas a las fronteras del plato.
Se quiebran los escarbadientes, se vuelve la proa y ofrece
el costado al rojo tomate, viene después enorme un montón de salsa;
unos quedan suspendidos en lo alto del plato; a estos otros se les abre el abismo de la boca y les deja ver las inmensidades de la mesa entre las olas en agitado remolino de especias.
A tres las coge y las lanza el ají molido contra escollos ocultos
(a esos escollos que asoman en medio del tuco los llaman los ítalos Albondígulas,
enormes bultos de la superficie del Tucón), a tres el Pimentón las arrastra
de alta mar a los bajíos y a las Ajíes, triste espectáculo,
y las encalla en los dientes del tenedor y las cerca de un pedazo de pan.
Muere así el ñoqueida, entre los dientes del malvado Pancho Ibáñez,
Pero cuenta la leyenda que, cada vez que se reproduce la publicad
De La Calmadísima una olla estalla en su honor.

conditum + beleni@

2 comentarios:

Ev@ dijo...

Ahhahaaajajaja!! Ahajajaja! Es buenísimo! Creo que sí nos están pegando bien las clases de latín. Una OPERA PRIMA, OPERA OPERA. Este ñoqui es lo más!!! Hay que crearle el dibujito, porfa!!
Ahahajajaja!! Buenísimo!

a dijo...

queridas amigas, sigan asi!