Más allá del chiste sectario para literatos-electricistas, en el diálogo de Platón -que comparte el nombre con los átomos eléctricamente cargados- se plantean dos cosas relevantes para la comprensión de nuestro discurrir por las letras:
1) que el poeta es tan solo un instrumento de los dioses (un poseso), y
2) que no sabe nada de aquello que escribe (es decir, no posee un conocimiento cabal de las cosas que trata en su escrito).
La primera objeción es que, el diálogo, trata del oficio de los rapsodas -“intérpretes de intérpretes”- por lo que nos tocaría de manera tangencial. La segunda es que hay escritores, como por ejemplo Pérez-Reverte -Cabo Trafalgar(1)- que poseen un conocimiento bastante acabado de los temas que trata (de los 15.000 libros que posee en su biblioteca, 3.000 se refieren a temas náuticos y cerca de 200 a Trafalgar; y sí, asumimos que los leyó todos). Sin embargo, son dos cuestiones que deben ser discutidas: ¿Es el poeta intermediario de las musas, o su producción le pertenece por mérito propio? ¿Es necesario saber acerca de lo que se escribe o la escritura crea mundos que no deben ajustarse a la realidad?
Respondiendo a lo primero, parece que la cuestión -así, de primera mano- se resuelve fácil diciendo que 50/50, que una parte le corresponde al poeta (que de acá en más diremos, simplemente, escritor) y que la otra parte viene desde lo divino. Incluso hay quien pueda decir que sin esa cuota de “inspiración divina” solo se producen textos mediocres. Válido, desde esa perspectiva. En función de esto, creo que era Picasso quien decía que la inspiración te tiene que encontrar trabajando. Pero de apoyar esta postura creo que estamos elitizando el arte de la escritura (y ya no solo de la escritura, porque esta concepción abarca a toda la producción artística). Es decir, solo es artista -uno de los buenos, por supuesto- aquel que posea ese don divino y, yendo un poco más lejos, es una cuestión innata: no importa cuánto te rompas el alma produciendo, si no has nacido con el genio… Es alñudo m’hijo, no servís para esto, no te gastes… Argumentos así desmoralizan hasta al más entusiasta. Por otro lado, para evitar el suicidio de aquellos no tan entusiastas, les recuerdo que a Van Gogh nunca se lo reconoció en vida.
A esta altura, cualquier postura innatista, merece, por lo menos, desconfianza. Ya que si hilamos fino, nos conduce a la justificación biológica (eugenésica) de diferencias sociales arbitrarias, con lo peligroso que eso pueda ser para la humanidad -peligrosidad millones de veces realizada, por desgracia-. ¿No está en mis genes, como en los de cualquiera de mi especie, la capacidad de manipular herramientas, la capacidad cognitiva, la capacidad estética, aparte de muchas otras que no vienen al caso? Si no es así, somos como hormigas o abejas: algunas nacen para ser reinas, otras obreras y otros son zánganos(2). Si es así, si está en los genes de mi especie, ¿por qué, entonces, no tendría la capacidad de nutrirla o ejercitarla lo suficiente? Se me ocurre que en este tipo de argumentos supuran imposiciones sociales arbitrarias de lo que cada uno puede o no ser, de lo que la maquinaria social ha planeado para cada quién, dentro de los espacios en los que está casi predestinado a moverse: naciste pobre, no artista; para qué llevarlo al museo si tiene ralladura de ladrillo en vez de cerebro, mejor que me ayude en el taller/empresa/negocio (al punto da lo mismo) o se dedique a algo productivo.
Ahora bien, con respecto a la otra parte de la cuestión: ¿es necesario que se sepa de lo que se está hablando? Por ejemplo, los físicos o los matemáticos se quejan de los psicólogos porque éstos últimos toman conceptos del campo de los primeros y los trasvasan al suyo propio, pero imprecisos y hasta degenerados. Más cercano a nuestro propio campo:
“En general, los escritores no distinguen un diedro de un ángulo plano. Citemos un ejemplo característico tomado de El Guaraní, de José de Alentar: Sacó su daga y la clavó en la pared tan larga como le permitía la curva que el brazo se veía obligado a hacer para abarcar el ángulo”(3)
Y aquí retomamos la cuestión: ¿qué importa si la literatura no se ajusta a la “realidad” fáctica, empírica, comprobable? Estamos hablando de mythos, no de logos. No queremos exponer la verdad del universo, tan solo conmover, divertir, pasar el tiempo y/o vomitar eso que se lleva dentro como una brasa incandescente, fuego que no se apaga hasta no haber puesto el último punto y arreglado el más mínimo detalle. Quiero compartir, no impartir; transformar, no informar. No creo que importe si las calles que cito, si las personas que nombro, existen o, incluso, si lo que digo es real y verdadero, les estoy dando status de cosa real y verdadera al momento de nombrarlas, de grabarlas en la mente de otro. De hacerlas parte de un universo tan real como el físico en el que vivimos, se trata el tema.
De eso se trata, aunque sea mucho más complejo. Complejo porque la producción artística es una entidad “shamánica”, se mueve en dos universos a la vez: el material y el simbólico. Como objeto concreto, la producción artística -libro, pintura, escultura, etc.- existe en un orden material de cosas y como objeto ficcional -discurso, relaciones de poder, construcción ideológica, etc.- existe en un orden simbólico, que no por ello deja de ser tan real como la realidad misma. Pero, como les pasa a los shamanes, los límites entre planos se desdibujan. Siempre nos han dicho que no hay que creer en lo que dicen los libros, y con razón, porque lo que se dice en los libros está para ser disfrutado, y creído en ese sentido. Y si de sentido hablamos, es bien sabido que el discurso -y más el escrito que se ha impuesto arbitrariamente a lo largo de los últimos siglos- es generador de verdad, o de otro modo la filosofía (y hasta me atrevería a decir, incluso, la historia) no tendría razón de ser. Entonces no hay por qué pedirles a las obras literarias o a cualquiera de ellas, paradigmas de lo ficcional, que guarden una relación con lo real:
1-Cabo Trafalgar, 2004. Allí, Pérez-Reverte narra sobre la jornada del 25 de octubre de 1805, en donde murieron cerca de 4.000 personas tras la confrontación de la flota inglesa y la escuadra franco-española frente al Cabo de Trafalgar
2-Al respecto: Antz, 1998; o Gattaca, 1997.
3-Malba Tahan, Matemática divertida y curiosa, 2006. Cabe aclarar que aquí, el autor del Hombre que calculaba, no se centra en la cuestión y toma escritores que aplican los conocimientos de otras áreas con justeza
4 comentarios:
No sabía cómo meterlo, pero iba:
un cuento de Julio Torri:
"El novelista, en mangas de camisa, metió en la máquina de escribir una hoja de papel, la numeró, y se dispuso a relatar un abordaje de piratas. No conocía el mar y sin embargo iba a pintar los mares del sur, turbulentos y misteriosos; no había tratado en su vida más que a empleados sin prestigio romántico y a vecinos pacíficos y oscuros, pero tenía que decir ahora cómo son los piratas; oía gorjear a los jilgueros de su mujer, y poblaba en esos instantes de albatros y grandes aves marinas los cielos sombríos y empavorecedores.
La lucha que sostenía con editores rapaces y con un público indiferente se le antojó el abordaje; la miseria que amenazaba su hogar, el mar bravío. Y al describir las olas en que se mecían cadáveres y mástiles rotos, el mísero escritor pensó en su vida sin triunfo, gobernada por fuerzas sordas y fatales, y a pesar de todo fascinante, mágica, sobrenatural."
Chupate esa mandarina: en tu cara Disceópolis!!!
Homero es el mejor de los kybernetes, te quedó claro ahora!??!?
Comparto Ursu. Pero se me venía a la cabeza(y no como una afirmación, para nada), en relación al "don divino", que hay gente, que no está hecha para el futbol, ponele, y que por más que los pongas a entrenar 2 años, en un plantel de primera, no va a poder ser títular(y hasta me atrevo a decir, ni suplente). Ahi es dónde yo me pregunto: hasta qué punto todos sosmos capaces de todo. Porque creo que todos podemos jugar al futbol, pero si no tenés la habilidad(el físico, el gusto, la pasión, como quieras decirlo)no llegás a primera, ni siquiera a 4ta, y talvez te conformás jugando en el club de tu barrio.
No se, es algo que me mata la cabeza, porque si bien pienso esto, no creo que el que juegue en el club de su barrio sea menos exitoso (en logros personales, no socialmente talvez) que el que juega en la primera de river. No va por ahi, la cuestión va por pensar que, realmente, hay algo más allá de la capacidad, y en algún punto, creo que es lo que hace la diversidad, lo que hace que no todos nos podamos dedicar a la matemática. La cuestión está en: ¿qué es eso?
Humilde, muy humilde opinión.
vos lo dijiste: no es menos exitoso.
no hay que medir con la vara del éxito, juega, bien o mal, no importa, no significa que no lo pueda hacer. ahí esta la cuestión.
habrá quién escribe o pinta mejor y hay quién es más "gustado" por la gente y ese no es parametro: van gogh se murió más pobre que la mierda...
en fin, mi humilde respuesta
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