(producción colectiva)
Acá va una parte de un cuento que envió Agustín, para que cada uno lo agrande como quiera. Se le puede dar un final, o dejarlo para que lo sigan otros. Se le puede dar, también, un principio, o se puede, simplemente, ampliarlo. Otras ideas son también bienvenidas: la idea es que sea una producción colectiva y que cada uno haga lo que tenga ganas con él.
La presa
Corría. Frenéticos, sus pies apenas tocaban el pavimento mojado y resbaladizo. El corazón bombeaba impulsivamente la sangre a sus miembros, golpeando con fuerza en sus oídos, un aviso de que pronto colapsaría. No sabía que tan lejos estarían pero igual decidió esconderse. Dobló en una callejuela oscura que lo recibió con una sonrisa macabra. Tropezó cayendo cuan largo era, sin embargo la desesperación tensó su cuerpo e inmediatamente estuvo de pie. Se arrojó de un salto al contenedor de basura. Respiraba agitado y con la boca abierta para no hacer tanto ruido y el hedor se le pegaba en los pulmones, quemándolos. Desde ahí miró el callejón que, iluminado por los neones de la calle principal, quedaba en tinieblas. La basura se apilaba en tachos, como al descuido. Una pared lo cerraba al final. Tal vez diera a las vías, pero con la suerte que había tenido hoy, lo más probable es que diera al mismo infierno. No tenía otra salida que por donde había venido, y ellos venían también. Pocas ventanas daban al callejón y éstas lo miraban oscuras y socarronas. Los edificios se cerraban sobre él como una trampa de imposible simpleza. Con la suerte de hoy… No había otra salida que la entrada. Al fondo, en el lugar más oscuro, estéril e informe, había una puerta centenaria. La madera, negra y podrida atestiguaba el abandono y el viento murmuraba un réquiem con sorna. No había otra salida. Había caído en la trampa.
Corría. Frenéticos, sus pies apenas tocaban el pavimento mojado y resbaladizo. El corazón bombeaba impulsivamente la sangre a sus miembros, golpeando con fuerza en sus oídos, un aviso de que pronto colapsaría. No sabía que tan lejos estarían pero igual decidió esconderse. Dobló en una callejuela oscura que lo recibió con una sonrisa macabra. Tropezó cayendo cuan largo era, sin embargo la desesperación tensó su cuerpo e inmediatamente estuvo de pie. Se arrojó de un salto al contenedor de basura. Respiraba agitado y con la boca abierta para no hacer tanto ruido y el hedor se le pegaba en los pulmones, quemándolos. Desde ahí miró el callejón que, iluminado por los neones de la calle principal, quedaba en tinieblas. La basura se apilaba en tachos, como al descuido. Una pared lo cerraba al final. Tal vez diera a las vías, pero con la suerte que había tenido hoy, lo más probable es que diera al mismo infierno. No tenía otra salida que por donde había venido, y ellos venían también. Pocas ventanas daban al callejón y éstas lo miraban oscuras y socarronas. Los edificios se cerraban sobre él como una trampa de imposible simpleza. Con la suerte de hoy… No había otra salida que la entrada. Al fondo, en el lugar más oscuro, estéril e informe, había una puerta centenaria. La madera, negra y podrida atestiguaba el abandono y el viento murmuraba un réquiem con sorna. No había otra salida. Había caído en la trampa.
1 comentarios:
pero de a uno...hay lugar para todos...eh?!
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