Voy a abrir un tema del cual sé poco y casi nada. En realidad, lo que sé, lo adquirí por experiencia, porque me leían, porque leía cuando niña; pero nunca me había puesto a pensar mucho más allá de la propia experimentación.
El otro día me puse a leer un libro infantil de Ana María Machado, El chico que espiaba para adentro, y cuando leía me pasaban dos cosas: por momentos, me atrapaba completamente; en otros, no podía evitar escuchar por detrás tantísimos discursos psicológicos. Me hubiera encantado que el libro terminase dos páginas antes, o tal vez no, demasiado cruel, pero no sé...me “molestó” que terminara con el chico que se despierta y le traen un perro de regalo. Es cierto que, probablemente, eso me moleste a mí porque lo leo desde otro punto de vista, más adulto (no mucho más...). Un chico disfruta de su libro y ni se preocupa por esto. Pero, igual, a mí me hacía ruido que me molestara. Pensé entonces en la relación entre la literatura infantil y la psicología. Y, después, pensé en una relación un poco más amplia: literatura y psicología. Tal vez, la molestia viniera por este lado. De alguna manera, a medida que fui transitando por la literatura encontré varias veces la crítica a cualquier lectura psicológica de un texto. Y me pasa con esto, como con otros tantos temas, que me sigue haciendo ruido en la cabeza; siento que no entiendo bien de qué hablamos cuando nos referimos a una lectura psicológica de un texto: ¿qué alcance tiene?, ¿psicología de quién: del personaje, del lector, del autor?, ¿hay una finalidad pragmática para el lector (para que el niño tal cosa, o el lector –en el caso de que no sea infantil- tal cosa...) o puede conservar una finalidad estética? , ¿depende del destinatario?, ¿en un libro infantil sí vale la lectura psicológica? (no son preguntas retóricas, realmente me lo pregunto, no lo sé!). Si alguien sabe del tema, agradezco los aportes!
No sé si tiene que ver, pero a mí me hacía pensar en muchas de las lecturas “censuradas”. A veces, me parece, la aparición de ideas bastantes extremas o absurdas o pasadas de tiempo hace que ciertos discursos se cristalicen y se extiendan mucho más allá de donde surgieron. Hay lecturas que “no se deben hacer”. Pensaba, por ejemplo, en la censura que existe en relación con la lectura y la identidad: no se hace una distinción, como señala la antropóloga M. Petit, entre “identificación” (si el personaje tal hizo esto, yo lo hago... o yo me creo el personaje de la historia...) y “construcción de la subjetividad”. Pensaba cuántas cosas interesantes para decir cuando alguien lee se pierden por esta censura.