Necrológicas
Los Hermanos
Aunque siempre fuimos los dos, él es mi hermano mayor: la suavidad de su mano es mi primer recuerdo, su olor. Él me cuida, me habla, me tranquiliza. Yo tengo miedo acá, solos los dos. Miedo porque no sé qué es este lugar, es cálido y no hay ruidos; es una sensación rara: por momentos estamos bien y por momentos parece que todo estallara. Pero, por suerte, está conmigo.
Él dice que no importa de dónde venimos, que lo importante es a donde vamos: a un lugar de leche y miel, tibio y muelle como éste, pero mejor. A mí me gusta donde estamos, está él. De a poco los ruidos llegan amortiguados y aquel dulce arrullo lo tranquiliza y eso es bueno. Es melodioso y sincero, alegre y nervioso a la vez, me gusta aquel sonido, aquella voz que se oye más fuerte y por sobre los otros ruidos. Hay otros ruidos fuertes y agresivos y no quiero hablar de esos, me dan miedo. Igualmente, me gusta donde estamos a pesar de los mareos, estamos juntos.
Él sabe algo, no lo dice para no preocuparme. Hay veces que siento como si absorbiera todo, como si se interpusiera al mareo y se lo tragara todo, impidiendo que me afecte. No sé qué pasa con él en esos momentos porque me escondo en su mano, sé que no le hacen bien. Pero pasa rápido y vuelve a ser como antes, aunque le recuperarse, lo veo sonreír y su mano se suaviza de nuevo, se tranquiliza.
Una vez me pegó, en uno de los mareos. Yo me quedé quieto, no entiendo porqué lo hizo pero después me agarra la mano y me sonríe y ya no me duele; es mi hermano mayor.
De a poquito me voy dando cuenta, con los mareos. A mí ya no me hacen tanto pero a él lo están lastimando, puedo sentirlo. Cuando empiezan es como si la cabeza estallara y quiero gritar y no puedo. A veces el lugar se enciende, quema, y el cuerpo arde como hervido, pero él no llora, para no asustarme; y de pronto, el frío nos congela, insoportable, y él me abraza para animarme. A veces se achica y nos oprime y ahí, él hace fuerza, para darme espacio; o sino se agranda y caemos y él me agarra fuerte la mano, a pesar del mareo.
Cada día esto se achica más y él está cada vez peor. Es por el mareo, seguro, pero su cara, y sobre todo su cara, se desdibuja, deforme. Está dura, rígida; solo sus ojos se mueven duros y rápidos, como si le costara verme. La voz ya no nos arrulla, está crispada y deforme, ya no es tan clara como antes. De a poquito me voy dando cuenta: él ya no es el mismo, ya no resiste. Pero aun así me agarra la mano y me sonríe, y la sonrisa nítida en su carita desdibujada: todo está bien, falta poco. Leche y miel. Me duermo con esas palabras que invento en aquella voz, canturreándolas, meciéndolas en mi cabeza, leche y miel.
Después de aquella luz intensa que se lo llevó de mi lado, los estruendos, los sacudones, los pulmones arden de frío, los ojos se calcinan, todo se aleja de mí, caigo y no tengo su mano. Lloro y grito para que me devuelvan al lado tuyo. Esos ruidos amortiguados de antes explotan en nuestros oídos, aquella luz tibia que nos llegaba nos quema ahora con su intensidad.
Y de pronto, todo se pone negro, pero ya no como antes: ahora es frío y duro y seco. Ahora estamos juntos pero él ya no me responde: está frío y duro y seco. No me sonríe y no entiendo. Leche y miel; le agarro la mano, para protegerme. Leche y miel.
Aunque siempre fuimos los dos, él es mi hermano mayor: la suavidad de su mano es mi primer recuerdo, su olor. Él me cuida, me habla, me tranquiliza. Yo tengo miedo acá, solos los dos. Miedo porque no sé qué es este lugar, es cálido y no hay ruidos; es una sensación rara: por momentos estamos bien y por momentos parece que todo estallara. Pero, por suerte, está conmigo.
Él dice que no importa de dónde venimos, que lo importante es a donde vamos: a un lugar de leche y miel, tibio y muelle como éste, pero mejor. A mí me gusta donde estamos, está él. De a poco los ruidos llegan amortiguados y aquel dulce arrullo lo tranquiliza y eso es bueno. Es melodioso y sincero, alegre y nervioso a la vez, me gusta aquel sonido, aquella voz que se oye más fuerte y por sobre los otros ruidos. Hay otros ruidos fuertes y agresivos y no quiero hablar de esos, me dan miedo. Igualmente, me gusta donde estamos a pesar de los mareos, estamos juntos.
Él sabe algo, no lo dice para no preocuparme. Hay veces que siento como si absorbiera todo, como si se interpusiera al mareo y se lo tragara todo, impidiendo que me afecte. No sé qué pasa con él en esos momentos porque me escondo en su mano, sé que no le hacen bien. Pero pasa rápido y vuelve a ser como antes, aunque le recuperarse, lo veo sonreír y su mano se suaviza de nuevo, se tranquiliza.
Una vez me pegó, en uno de los mareos. Yo me quedé quieto, no entiendo porqué lo hizo pero después me agarra la mano y me sonríe y ya no me duele; es mi hermano mayor.
De a poquito me voy dando cuenta, con los mareos. A mí ya no me hacen tanto pero a él lo están lastimando, puedo sentirlo. Cuando empiezan es como si la cabeza estallara y quiero gritar y no puedo. A veces el lugar se enciende, quema, y el cuerpo arde como hervido, pero él no llora, para no asustarme; y de pronto, el frío nos congela, insoportable, y él me abraza para animarme. A veces se achica y nos oprime y ahí, él hace fuerza, para darme espacio; o sino se agranda y caemos y él me agarra fuerte la mano, a pesar del mareo.
Cada día esto se achica más y él está cada vez peor. Es por el mareo, seguro, pero su cara, y sobre todo su cara, se desdibuja, deforme. Está dura, rígida; solo sus ojos se mueven duros y rápidos, como si le costara verme. La voz ya no nos arrulla, está crispada y deforme, ya no es tan clara como antes. De a poquito me voy dando cuenta: él ya no es el mismo, ya no resiste. Pero aun así me agarra la mano y me sonríe, y la sonrisa nítida en su carita desdibujada: todo está bien, falta poco. Leche y miel. Me duermo con esas palabras que invento en aquella voz, canturreándolas, meciéndolas en mi cabeza, leche y miel.
Después de aquella luz intensa que se lo llevó de mi lado, los estruendos, los sacudones, los pulmones arden de frío, los ojos se calcinan, todo se aleja de mí, caigo y no tengo su mano. Lloro y grito para que me devuelvan al lado tuyo. Esos ruidos amortiguados de antes explotan en nuestros oídos, aquella luz tibia que nos llegaba nos quema ahora con su intensidad.
Y de pronto, todo se pone negro, pero ya no como antes: ahora es frío y duro y seco. Ahora estamos juntos pero él ya no me responde: está frío y duro y seco. No me sonríe y no entiendo. Leche y miel; le agarro la mano, para protegerme. Leche y miel.
12 comentarios:
mmmh, leí esto en otro lado...
si alguno jugo rol, está en el libro de Beleth del INS/MG...
Hijo de p$()=·"(%$=)(%=", casi me largo a llorar!!!
Me deprtimí y no hay nada dulce en la heladera para que se me paseeeeeeee!!!
Qué lindo, Paez!!! Estás dejando salir la osita, ursula, que sabemos que llevás dentro.
GROSSO.
Paeeezzz!!!!!!!!! idem Conditum, Terriiiible!, pero sin dudas bello, graxias por compartirlo.
ese es el lado paexiano que todos queriamos ver (en definitiva, que vemos) sí, gross lo que se dice Gross0...
Paezzzz, lindo cuentito! Para sumar felicidades! Che, estoy enojada, me perdí la encuesta! Con lo que yo sé de carnes ¡?!
Saludos.
Verdequetequieroverde
Es que se me repite el comentario vio? (No hagan paralelismos personales, no, no y no)
no es por fanatismo ni religiosidáD, per0 volví a leer el cuento y... dos(2) cosas:
1)me encantó la imagen "esconderme en su mano"......
2)podría usarlo, siempre con tu permiso, Agus (vocativo), para un trabajo de análisis con alumnos de una escuela??? pensé en conectarlo con otro cuento que ahora estamos leyendo...
espero respuestas, bso a beSo...
mariel, todo tuyo...
"Todo tuyo" (suyo) quién, Paez, ¿el cuento o vos?
eiiiiiiii!!!!
ya no respondo por eso, pero ...
escucho ofertas ##$%&/##jejeje
gracias Paez! (por el cuento)
Uy! No podía dejar de decir lo chiquitita hermana menor que me siento en este momento. Gracias Ursu.Su cuento el muy bello.
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