martes, 10 de junio de 2008

La lucha del campo

No quiero levantar revuelo, mucho menos ganarme el odio del sector más hermoso y fructífero de la humanidad; pero si tenemos presidenta en el país, ¿no tendríamos que tener pacientas en los consultorios, participantas en los programas de tele, oyentas en las clases (o ayudantas), amantas en las novelas y actantas en las teorías textuales? No entiendo, tal vez por una cuestión genérica, por qué no las hay.
El sufijo –nte (<-ns, -ntis) forma el participio presente pasivo, y se traduce como “el/la que (“acción denotada en la base del verbo”)”; es decir: “el/la que preside-tiene paz-participa-oye-ayuda-ama-etc.”. Entiendo que se lo pueda ver como una conquista el que una mujer alcance/ocupe una posición históricamente vedada por su condición genérica (y lo celebro, ciertamente), y que se lo trate de democratizar (?) desde lo lingüístico; pero sigo sin entender por qué, entonces, no les decimos oyentas, participantas, amantas, etc. No sé, se me hace como vacía una reivindicación parcial…presidenta, sí; estudianta, ya no; presidenta, sí; gerenta o independienta, imposible. Tal vez porque no han conseguido, desgraciadamente, ocupar todas las posiciones reservadas históricamente para el otro género (que, también desgraciadamente, va en degradé de hombres a machos). Lo otro que no llego a comprender es el uso de «@» o de «x» al momento de dar marca de género en sustantivos y adjetivos que se suele dar en el “registro digital”. No entiendo la necesidad de poner que “lxs profesorxs” o que “nosotr@s l@s aquí reunid@s”. Aunque sospecho que viene por el mismo lado.
Entiendo que la lengua no es democrática, que refleja relaciones sociales, que está dentro de ese campo simbólico donde también hay que luchar; que también es una construcción social, entidad modificable independientemente de aquellos que la utilicen. Y apoyo cualquier intento por democratizarla, pero el problema, mío por supuesto, es que no llego a comprender si el objetivo es modificarla de raíz o de sufijo.

3 comentarios:

B3L3NI@ dijo...

Sí, también es raro que hagan ese ajuste y no digan tampoco "presidento", "ayudanto", "oyento" ni "paciento". Supongo que la -e suena más a masculino...
¡Para eso está el artículo, gente!
Y sí, es una modificación de sufijo, no más... si se estuviera modificando de raíz, no sería necesaria tanta distinción ni discusión.

SilviaS. dijo...

Je! Piqué.
Tiraste el anzuelo y piqué; como no puedo evitarlo, muerdo el anzuelo y respondo.
No a todo; pero respondo.
"No ENTIENDO la NECESIDAD de poner que “lxs profesorxs”", decís.
Claro, es que no hay mucho más que entender que lo que, como demostrás en tu entrada, entendés. NO HAY NECESIDAD. Hay una elección de marcar o, por decirlo de otro modo, de "molestar", de señalar.
La referencia teórica, por supuesto, no vendrá de la gramática porque no es gramatical el asunto, digamos.
Para mí, no se trata tanto de CAMBIAR la lengua como de TOMARLA para hacer evidente, para confrontar, probar...
No es gramatical, pero es lingüístco: en relación con la dimensión política de la lengua. "Presidenta" (o "ayudanta", como Isabel Vassallo presentó a las ayudantes/as en el curso de ingreso) pretende ser, si se lo usa así, más que un sustantivo, un signo. Y, como dice Voloshinov, el signo es ideológico, es decir: cruzado por las tensiones del conflicto social; TERRENO de esas disputas, "arena de la lucha de clases", decía Voloshinov, de la lucha de género, se agregaría para el caso.
Así es que, es cierto, no hay NECESIDAD de usar "x" (me gusta más que @, porque "x", además, tacha); hay decisión.
En mi caso -por contarte lo voluntario del uso-, elijo cuándo uso "profesorxs" o cuándo uso el convencional "profesores". Depende de que quiera (o cuadre o pueda) en cada contexto marcar, "molestar".
En el JVG, por ejemplo, lo uso porque es parte de lo que quiero "decir" como docente. No para que acepten ni para que tomen @ o X. Para que se encuentren con eso.

Hay, para cierta perspectiva de lo "políticamente correcto", tal vez, sí una voluntad de "igualar": que se nombre igual a mujeres y varones.
A mí, en cambio, me interesa más lo incómodo que lo políticamente correcto. Si te fijas, "x" o "@" no pueden leerse en voz alta; en realidad, desmarca el género (que no es lo mismo que marcar el femenino y el masculino).
Para mí, no se trata de modificar la lengua, así, voluntariamente; en todo caso, eso no sería algo para lograr desde la acción individual, si cupiera. (La revolución rusa hizo una reforma ortográfica para facilitar la alfabetización de los campesinos; Bello y Sarmiento, en Chile, también, pero no les fue tan bien...)
Sin revolución (no sé cuál sería la revolución que se ocuparía de esta subversión de género), como usos individuales o grupales, no son usos que apunten al consenso sino al disenso.

Magnula dijo...

Tomá mate, Paez