El ascensor puede ser peligroso. Y no me refiero a el hecho de que se puede caer y hacer bolsa contra el piso, sino a que implica un compartir espacio pequeño con gente desconocida, o conocida (no se qué es peor a veces).
Si se trata de uno de oficinas, mal que mal, la piloteás, te subís y con suerte podés viajar solo, el tema está cuando se sube algún monigote. Es probable que más que un buenas tardes/noche/buen día no haya, talvez algún cruce de mirada, pero solés tirar el saludo y después mirar al piso, como si no pasara nada, pero por dentro morís por llegar rápido a destino. Ahora, que no se suba algún molesto o careta que quiera charlar o alguien que no querés ver ni en figuritas, porque ahí si que la pasás mal. Es una incomodidad tremenda, y te empiezan a aparecer ideas en la cabeza tales como: “que no se quede el ascensor ahora porque va a haber una muerte (talvez la de uno, por desesperación), que no me mire porque lo mato, o porqué no se calla”.
Ahora bien, si vivís en un edifico de departamentos, la cosa se pone muy oscura. Seguro una vez por semana te toca viajar con el viejo puto de arriba que te mira cuando entra y no te saluda porque sos una mocosa irrespetuosa que no deja dormir la siesta por la música, o la vieja de mierda de abajo que te odia porque tu perro la molesta con las uñitas contra el piso, o la putita con la que tu viejo garcaba a tu vieja hace unos meses, o la pendeja del 14 que te odia porque se come a uno del barrio que vos ya te comiste que encima la odias porque te mira mal. Esos momentos son los que hacen que te sepas persona, porque cualquier otro loco, se agarra a las trompadas limpias en medio del ascensor, y siempre, al final la terminás sobrellevando.
Pero, más peligroso es el ascensor de un amigo (aunque suele ser el más divertido), porque por lo general si se arma alguna movida ahí, terminás subiendo en el ascensor de dos por dos sola, con el/la muchach@ que te gusta. Ahí sí que se pone picante: ¿cómo hace uno para aguantar las ganas de comerle la boca, si l@ tenés a dos centímetros de la cara? O te abrazo o te como la boca, una de dos. Igual, la mayoría de las veces, terminás conteniéndote y te sentís persona de nuevo. Si pasa a la inversa, tenés que pilotearla bien: o te agachas a ”atarte los cordones” o a “buscar algo en la mochila” o te ponés a “mirarte al espejo” (si lo tiene). Todas estrategias que implican un “me siento incómoda porque estás a dos centímetros, me querés comer la boca y no da”
Al final, el ascensor de cómodo no tiene nada. Es como si la comodidad de no bajar o subir por las escaleras tuviera que pagarse con estos encontronazos del destino. A veces, sale bien, terminás cagándote de risa con alguien, te encontrás con gente que querías ver, o terminas chapando con es@ muchach@ que tanto te gustaba. Tantas otras (la mayoría) te terminás comiendo un re gancho, que en definitiva, pasa rápido, pero que te angustia por el sólo hecho de saber que va a repetirse.
En conclusión, el ascensor es más peligroso de lo que creía y aunque prefiero ir por las escaleras, no me lo pierdo ni loca.
Si se trata de uno de oficinas, mal que mal, la piloteás, te subís y con suerte podés viajar solo, el tema está cuando se sube algún monigote. Es probable que más que un buenas tardes/noche/buen día no haya, talvez algún cruce de mirada, pero solés tirar el saludo y después mirar al piso, como si no pasara nada, pero por dentro morís por llegar rápido a destino. Ahora, que no se suba algún molesto o careta que quiera charlar o alguien que no querés ver ni en figuritas, porque ahí si que la pasás mal. Es una incomodidad tremenda, y te empiezan a aparecer ideas en la cabeza tales como: “que no se quede el ascensor ahora porque va a haber una muerte (talvez la de uno, por desesperación), que no me mire porque lo mato, o porqué no se calla”.
Ahora bien, si vivís en un edifico de departamentos, la cosa se pone muy oscura. Seguro una vez por semana te toca viajar con el viejo puto de arriba que te mira cuando entra y no te saluda porque sos una mocosa irrespetuosa que no deja dormir la siesta por la música, o la vieja de mierda de abajo que te odia porque tu perro la molesta con las uñitas contra el piso, o la putita con la que tu viejo garcaba a tu vieja hace unos meses, o la pendeja del 14 que te odia porque se come a uno del barrio que vos ya te comiste que encima la odias porque te mira mal. Esos momentos son los que hacen que te sepas persona, porque cualquier otro loco, se agarra a las trompadas limpias en medio del ascensor, y siempre, al final la terminás sobrellevando.
Pero, más peligroso es el ascensor de un amigo (aunque suele ser el más divertido), porque por lo general si se arma alguna movida ahí, terminás subiendo en el ascensor de dos por dos sola, con el/la muchach@ que te gusta. Ahí sí que se pone picante: ¿cómo hace uno para aguantar las ganas de comerle la boca, si l@ tenés a dos centímetros de la cara? O te abrazo o te como la boca, una de dos. Igual, la mayoría de las veces, terminás conteniéndote y te sentís persona de nuevo. Si pasa a la inversa, tenés que pilotearla bien: o te agachas a ”atarte los cordones” o a “buscar algo en la mochila” o te ponés a “mirarte al espejo” (si lo tiene). Todas estrategias que implican un “me siento incómoda porque estás a dos centímetros, me querés comer la boca y no da”
Al final, el ascensor de cómodo no tiene nada. Es como si la comodidad de no bajar o subir por las escaleras tuviera que pagarse con estos encontronazos del destino. A veces, sale bien, terminás cagándote de risa con alguien, te encontrás con gente que querías ver, o terminas chapando con es@ muchach@ que tanto te gustaba. Tantas otras (la mayoría) te terminás comiendo un re gancho, que en definitiva, pasa rápido, pero que te angustia por el sólo hecho de saber que va a repetirse.
En conclusión, el ascensor es más peligroso de lo que creía y aunque prefiero ir por las escaleras, no me lo pierdo ni loca.
5 comentarios:
Posteo de Evaaaaaaaaaaaaaaa!!! se me pianta el lagrimón...
Al final, entonces, podemos decir que Guada se queja de puro llena de tener que subir ocho pisos por escalera cuando no hay luz, se supo, por fin se acabó la mentira!!! jajajajajajaja
Sí, nuestra pequeña está creciendo...
Ojalá hubiera escaleras para escapar cuando ese silencio incómodo se traslada a otros lados fuera del ascensor... el de buscar en el bolso -que parece no tener fondo- ya se lo saben todos y hay que buscar nuevos artilugios, que se van acabando: atarse los cordones de los zapatos, mirar la hora en la muñeca vacía, hacer como si se mandara un mensaje de texto, o poner de cara de qué interesante/ indignante/ divertido estoy que estoy leyendo en mi celular, que no es más que el poco intersante y actualizado directorio de teléfonos. ¿Dónde quedó la dignidad?
en esas situaciones queremos mas a los amigos. cuando hay silencio hay silencio, y me llamo a él.
una joyita de la oCservacion cotidiana.
estoy de acuerdo con a.
agradezco (otro lagrimón, para la nena que crece). Y se viene más...esto de ser oficinista me tiene escribiendo como locaaaaa!!!!!!!!!!
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