Moco, verbo no sustantivo
B - M
Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra.
Creó, pues, Dios al ser humano de un moco suyo, a imagen de su moco lo creó.
Y luego lo bendijo Dios con estas palabras: «Sed fecundos y multiplicaos, mocos, y henchid la tierra y sometedla»
Entonces Yahvé Dios formó al hombre con bolas de moco, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Dijo luego Yahvé Dios: «No es bueno que el moco esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.» Y Yahvé Dios formó del pañuelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el moco para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el moco le diera.
Entonces Yahvé Dios hizo caer un profundo sueño sobre el moco, que se durmió. Y le quitó uno de los pelos de nariz que tenía, rellenando el vacío con más de sus mocos. Formó una gran bola de mocos y la llevó ante el moco. Entonces éste exclamó:
«Esta sí que es pelo de mis mocos
y mugre de mi mugre.
Ésta será llamada mujer,
porque de mocos ha sido tomada.»
El semáforo era el más astuto de todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis ninguno de vuestros mocos?»
Respondió la mujer al semáforo: «Podemos comer del fruto de nuestras narices. Mas del fruto de esa nariz que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de ella, ni la toquéis, so pena de muerte.» Replicó el semáforo a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.» Y como viese la mujer que el árbol tenía buenos mocos para comer, apetecibles a la vista y excelentes para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.
Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?» Éste contestó: «Te he oído andar por el jardín y he tenido miedo, porque estoy desnudo; por eso me he escondido.» Él replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del moco del que te prohibí comer?» Dijo el hombre: «La mujer que me diste por compañera me dio del moco y comí.» Dijo, pues, Yahvé Dios a la mujer: «¿Por qué lo has hecho?» Contestó la mujer: «El semáforo me sedujo, paré y comí.»
Entonces Yahvé Dios a la mujer le dijo:
«Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos:
con dolor parirás los hijos.
Hacia tu marido irá tu apetencia,
y él te dominará.»
Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del moco del que yo te había prohibido comer,
maldito sea el pañuelo por tu causa:
con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida.
Espinas y abrojos te producirá,
y comerás mocos de otros.
Con el sudor de tu rostro comerás el moco,
hasta que vuelvas a la nariz,
pues de ella fuiste tomado.
Porque eres moco y a la nariz tornarás.»
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