Quizás simplemente no sabía que los padres pueden ser hirientes sin quererlo cuando fue herida de muerte por el ‘puta’ que esgrimió su madre.
Quizás sólo no sabía decir que no, cuando sometió su determinación a la de otros al dejar que ese extraño le quitara un hijo de las entrañas.
Quizás no supo dónde buscar el perdón, ni dónde descargar la responsabilidad y la culpa cuando se desesperó por retornar a la sensación de vida en el vientre.
Quizás quería ser una niña por siempre, olvidarse de sí misma y descargar el mundo en otros, en esa nueva hija, la sustituta, la que tendría que encargarse de su difícil redención.
Quizás no supo intuir que la amargura de sus venas forjaría muros infranqueables, distancias absolutas y antagonismos radicales entre ella y la criatura.
Quizás por eso se decepcionó tanto, porque las cosas no resultaban como en los sueños, como en la tele, como su madre quería, como debía ser.
Quizás ese fue el motivo por el que se dejó estar y dejó a su hija en la más completa soledad, sólo acompañada por los constantes reproches y quejas que le profería.
Quizás la necesidad de recuperar el mundo de sus sueños fue lo que la sedujo a trasponer a la realidad las marcas de lo inverosímil.
Quizás a esas alturas con su constante necesidad de ser víctima, de ser protegida por otros, con el aislamientos forzoso que eso generaba, era incapaz de comprender la violencia con que su hija le respondía y la ignoraba.
Quizás era incapaz de ver que su hija se sentía sola y desprotegida, víctima de una encomienda (de una redención) que no sabía cómo, ni quería, además, encarar.
Quizás nunca tuvo la lucidez para ver que el mundo no es sólo lo que viene a uno, sino lo que uno hace con él.
Quizás era incapaz de asumir verdaderamente una responsabilidad.
Quizás era completamente incapaz de crecer.
Quizás por eso no podía evitar las respuestas y las actitudes de los chicos cuando su hija asumía el rol que la vida le había dejado al comportarse como madre de su madre.
Quizás en el fondo sabía que había perdido la razón hacía tiempo, que había arruinado la infancia y la adolescencia de su hija y que el lazo entre las dos era imposible de recomponer (si es que alguna vez había existido).
Quizás estaba convencida de que su hija era incapaz de comprender su vida y su situación.
Quizás valía mucho más de lo que su madre suponía.
Quizás era conciente de mucho más de lo que su hija suponía.
Pero hay certezas imposibles para una hija.
4 comentarios:
Para que Páez deje de acusarme de no subir estas cosillas al bló... no resisto los reproches, necesito terapia yaaaa!!!
clapclaclapclapclapclapclapclap...
no digo más (la terapia te la debo)
increíble, condi
(y no quiero decir "inverosímil" con eso... jejej)
de verdad.
a ti, condi: y con justa razon!!!
pero qizas no deje de romper las pelotas...
Publicar un comentario